De camino al coche me dice que no hace falta que entre con ella a clase:
– Te doy un beso y un abrazo en la puerta pero fuera.
– ¿Por qué?
– Porque mis amigos entran solos. Solo hay un niño que lo acompañan y siempre llora.
– ¿Pero tú vas contenta, verdad?
– Sí…
– ¿Sabes que no hace falta que hagas lo mismo que el resto?
Silencio.
– Si está permitido entrar sola y conmigo, tú puedes escoger lo que quieras aunque eso no lo hagan todos.
– Ya.
– Te lo digo para que lo sepas. Pero no entraré, tranquila.
– ¡ Muy bien mamá!
– Si cambias de opinión me lo dices, que a mi me encanta entrar contigo.
– De acuerdo.
Pensaba que esto pasaría cuando fuera al instituto. Creo que entonces es cuando ni tan si quiera quieren que te acerques a la puerta principal. Ya llegará.