El mismo día que la doctora le dió el alta a la niña, cuando todavía no sabíamos que faltaban 5 días para que el niño también tuviera la varicela, estaba a punto de bañarlos, la niña deja de mirarse al espejo y me dice ¡Mira mamá!
El diente. ¡Se le mueve un diente!
– ¡¡¡Se te mueve de verdad!!!
– Síííííííí
– ¡¡¡Qué emoción!!!
Nos hemos abrazado. El niño nos miraba.
– ¿Qué pasa?
– Se le mueve un diente. Cada día se le moverá un poco más y…
– Y cuando me caiga vendrá el Ratoncito Pérez y me dejará unas monedas o un regalo.
– ¿Duele?
– No, no me duele. ¿Quieres tocarlo?
– Sí.
Qué rápido se hacen mayores. Acaba de cumplir 5 años y el Ratoncito Pérez está a punto de venir a casa. Le va explicando a su hermano que en un capítulo de Ben & Holly aparece el hada de los dientes. El pensamiento que se me repite más veces a lo largo del día es Qué bonitos son. Qué suerte tenemos.
A la mañana siguiente me levanto y me la encuentro en el salón, sola, sonriente, mirando la televisión.
– ¿Qué haces aquí sola hija?
– Ya no tenía sueño y me he levantado. He puesto la tele y me he tapado con la manta.
– ¿Por qué no nos has avisado?
– Porque no hacía falta…
– Tienes razón, ya eres muy mayor. Si otro día te levantas y necesitas cualquier cosa nos avisas.
– De acuerdo mamá.
Definitivamente, se hacen mayores. Es extraño esta mezcla de sentimientos, entre el orgullo y la añoranza de aquel bebé que ya no es, mi niña pequeña que crece. Tendrá 30 años y seguirá siento mi chiquitita. Mayor, cada vez más mayor.
*Imagen de Anna Llenas.