El primer trimestre de 2013 un buen amigo, un de los que piensa en ti para que estés mejor, me propone hacer un blog:
– Un blog es trabajo no pagado.
– Te obligará a pensar, a escribir, a reconectarte…
– Lo que quiero es un trabajo de verdad
– Piénsatelo si haces un tema niños o sigues en la línea del Extraradi, mézclalo con modernez y niños…
– Te agradezco que me dediques tiempo pero ¿De verdad crees que puedo saber qué pasa en el mundo estando en casa, con los niños y con espíritu postparto?
Jordi a menudo piensa bien, por eso no lo descarté.
Haciendo de ama de casa, con el niño tomando todavía el pecho, puedes escribir sin problemas de lo que llena tus días haciendo exclusivamente de madre: los hijos. Algo vivencial, nada de ir a buscar el último bar con menús infantiles o el diseñador que hace ropa interactiva para los chiquillos.
Decidido.
Empiezo a entusiasmarme.
Jordi tenía razón, la cabeza me va a 1000 por hora.
De refilón pienso en el pudor. ¿Donde queda la intimidad? ¿Pero qué intimidad? Puedo explicar en el horno que el niño no hace cacas; comparto con otros padres la pasión de sueño que nos posee; a la del super le pregunto por un quitamanchas potente, tardo 3 milisegundos en decir que mis niños son los más guapos del mundo… ¿Y me preocupa seguir compartiendo esto con más desconocidos y conocidos? ¡Ni de coña! El nombre está claro, los míos y los hijos de todas las casas siempre son los más guapos del mundo. Una verdad como un templo.
Pienso, escribo y estoy reconectada, gracias al blog, a los hijos, a la pareja y a amigos de los buenos, como Jordi.