Hacía tiempo que el niño y yo no estábamos tanto rato abrazados. Está enfermo. Me he quedado con él en casa. Gripe intestinal: vómitos, diarrea y fiebre. Está pálido y tropieza, tiene menos apetito y peor humor.
Sentado encima mío, se arrapa bien fuerte y me mira como diciendo Acércate, pero ¡Si estamos a punto de traspasarnos!. Como si no fuera con él me aprieta más fuerte. El agua de arroz y los mimos son lo que más lo curan.
La vida está mal montada. No tengo tiempo para aburrirme con mis hijos. Trabajo demasiados días y cuando estoy con ellos hay que preparar la cena o recoger o mirar porqué el teléfono vibra constantemente.
¿Debe ser cierto que es mejor ofrecerles calidad que cantidad? ¿O es un invento de las últimas generaciones de padres/madres para sentirnos menos o nada culpables?
No importa, seguiré estando demasiado poco con ellos. De nada sirven tantas preguntas.
Aprovecho que está enfermo y quieto. Seguimos abrazados. Él se cura y yo feliz cuidándolo.
Imagen de Ashley Percival.