Hay días más difíciles que otros. No sabes exactamente por qué o a lo mejor sí, complicaciones en el trabajo, una mala noticia, alguien a quien quieres tiene problemas… y no tienes ganas de estar de buen humor. Te cuesta sonreír. Estás preocupada, pensativa, poco comunicativa. Si pudieras te quedarías sola en casa, manta y sofá, libro, radio o series, sin teléfono ni redes sociales. Pero la teoría y la práctica no tienen nada en común.
Los niños están contentos, como si nada, ajenos a tus preocupaciones. Aunque lo intentes no puedes sonreírles. Todo les hace gracia. Uno ríe y el otro se engancha. Los miras y piensas “¡A la porra mi mal humor!”. Son el antídoto perfecto.
Imagen de happy pills