Hace unos días un amigo me decía que cuando los hijos son pequeños los problemas son pequeños. Cuando son mayores los problemas son más grandes.
Le dije que sí pero lo he estado pensando y me parece que, salvo cuando son minucias, los problemas de los hijos siempre te encogen el corazón, la caja torácica te oprime, la sangre bate con fuerza en las sienes y te falta aire.
Por suerte somos adultos y gestionamos los síntomas del miedo, el miedo por el sufrimiento de los hijos. Prefieres que te abran en canal antes que les pase nada a ellos. Suena muy tarantiniano pero ésa es la esencia.
Imagen Freddy Higa