He vaciado el armario y las cajas de juguetes.
Mañana vienen a casa amigos de la niña. No estoy abonando el terreno para el caos, al contrario, he vaciado para ordenar empezando desde cero. La caja de las pinturas, los puzles, juguetes desparejados, construcciones, muñecas, coches, pelotas… es absurdo pero me siento mejor si lo hago. Tengo la idea absurda que si todo está en su sitio será más fácil reordenar. Una tontería porque después de un par de horas jugando parece que haya caído un obús en medio de la habitación. Es evidente que ellos no se fijan como estaba colocado, sólo faltaría.
Antes de despedirnos intentamos convencerlos que recojan un poco. Estoy segura que tenemos una cámara oculta y alguien se lo pasa muy bien a costa nuestra: los niños cantan «clean up», animándonos, para que los mayores lo dejemos todo como si no hubiera pasado nada. A medida que se hacen mayores parece que, a parte de cantar, hacen alguna pequeña aportación, pero se cansan muy rápido. Ésta es una de las partes que más me gusta, cuando empiezan con las excusas: «no puedo seguir porque estamos hablando» o «marcho porque alguien me llama».
Larga vida a la Banda del Orden.
Imagen de los artistas urbanos Freaklub